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lunes, 26 de diciembre de 2011

El trato es nunca abandonar.

Aún sigo andando a ciegas, buscando el interruptor de las respuestas. Intento entender tu forma de pensar, lo que sientes cuando me miras y si es lo mismo que siento yo cuando me besas. Pero las pocas veces que estoy cerca de obtener una respuesta, vuelves a girar la ruleta de la historia y todo en mi mundo se tambalea. Y eso lo consigues con tan solo una caricia o un miserable monosílabo. Ese maldito monosílabo que se derrama por tu boca y cae al suelo, que me mira desde ahí abajo y me hace llorar, confundida. Y cuando decido darme la vuelta, abandonar el naufragio de tus ojos y sonrisas, de los recuerdos, cuando decido olvidar definitivamente que una vez fuiste parte de mis pensamientos, alzas la mano. La alzas alto y me haces mirar atrás, me detienes con un gesto de indiferencia y vuelves a besarme. Y de nuevo, me vuelves a convertir en tu prisionera. Prisionera de sentimientos, puro veneno para el corazón.

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